29 de mayo de 2011

NO JUZGUEIS PARA QUE NO SEAIS JUZGADOS.

Mateo 7:1 No juzguéis, para que no seáis juzgados.
Hay gran cantidad de cristianos que dicen “no juzguéis” y que piensan que debe aceptarse aquello como en su forma literal lo dice, y que no debe juzgarse a nadie, que debemos ser amorosos y tolerantes en beneficio de la comunión y unidad de la iglesia.

¿Pero será aquella una interpretación correcta? ¿No juzgar absolutamente nada?
De acuerdo a la totalidad de la enseñanza bíblica el “No juzguéis” esta definitivamente fuera de la santa enseñanza, porque si leemos el v. 6, "No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos…". ¿Cómo sabríamos a quien se le podría calificar como “perro”? La instrucción que continua después del no juzguéis, es imposible llevarla a cabo si no analizo, reflexiono y juzgo a quien debo considerar un “perro”.

Dicho de otra manera, estoy obligado a ejercitar la examinación y después el juicio.

Mateo7:15: "Guardaos dé los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces." ¿Cómo puedo guardarme y saber quien es un falso profeta si no juzgo la doctrina de aquel que viene vestido de “oveja”, pero que por dentro es un “lobo” rapaz?

De acuerdo a los versos anteriores, debo ejercitar mi juicio para saber quien es “perro” y quien es “lobo”, ya que no hay forma de saber quien es quien, si no conozco, analizo y juzgo la enseñanza de los tales. Debo saber cual es el “fruto” de aquellos, ya que el Señor mismo dijo “por sus frutos los conoceréis”

No podemos, por  la enseñanza complementaria  de la Biblia (que ya vamos a ver), no ejercitar el juicio para determinar que fruto lleva aquel hombre, y por lo tanto si podemos juzgar si es que nos ceñimos a las palabras de nuestro Salvador.

En lo que guarda relación con la impartición de justicia, la Palabra señala que los magistrados (léase jueces) tienen autoridad de parte de Dios para juzgar y que ese es su deber como servidores de Dios (Romanos 13).  Es lo establecido por Dios para castigar el crimen en el mundo en que vivimos. Por lo tanto quien resiste la autoridad de un magistrado que administra justicia, resiste a Dios.  Esto mismo se dio en el Antiguo Testamento, en donde Jehová   (Deuteronomio 16:18) establece para la administración de Justicia a Jueces que juzgaran al pueblo con justo juicio.

Luego, se encuentra lo mismo en las palabras de nuestro Señor a los judíos:"No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio"(Juan 7:24).

Por lo que vemos en el anterior verso, Jesucristo si le permite juzgar al cristiano, siempre y cuando su juicio sea “justo”

El Apóstol Pablo en 1era. Co. 5:11-12,  le ordena a los hermanos de Corinto que no se junten con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis.
    12 Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?
En una parte de la Palabra Jesucristo nos indica que no juzguemos, y en otro lugar de la Biblia el mismo Jesucristo nos señala que si lo hagamos, pero conjusto juicio. ¿Qué significará esto entonces?

Lucas 6:37  No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.

La enseñanza de nuestro Salvador, al decir no juzguéis y no condenéis  es por el pecado que comete un cristiano de juzgar y  condenar a otro cristiano sin haber realizado un justo juicio. Quien juzga y condena sin contar con la totalidad de la información se encuentra en una falsa posición, se haya en peligro de convertirse en un falso juez condenador y pronunciar sentencia definitiva en contra de otra persona.

 Lo anterior no es otra cosa que fariseísmo puro, el cual Jesucristo condenóde plano. Los fariseos se consideraban más justos, más rectos que otros hombres y menospreciaban a aquellos, señalándolos como “pecadores”. Recordemos la parábola del fariseo y del publicano, en donde el religioso oraba: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres... ni aun como este publicano”

Lo malo es que este fariseísmo se encuentra presente y muy vivo el día de hoy en la iglesia de Jesucristo, y lo peor es que estos fariseos no recuerdan a nuestro Redentor cuando dijo: "El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra…"

Aquí nuestro Señor deja de manifiesto el espíritu condenador de algunos, que llamándose cristianos no vacilan en  condenar, arrogándose una rectitud, moralidad e integridad que no proviene de Dios, sino de su propio yo que los auto justifica y los deja aptos (según ellos) para juzgar y condenar a otros.

Otra característica del espíritu condenador es que tiene la conciencia cauterizada y como consecuencia de esto, se siente inconscientemente superior a otro, lo cual le permite desarrollar un espíritu de censura, dispuesto en todo momento a manifestarse con desprecio y a expresarse en forma ofensiva y calumniadora. En resumen, es la manifestación del espíritu farisaico que ha sobrevivido a través del tiempo en que la iglesia de Jesucristo ha permanecido en esta tierra.

El hombre que está encarcelado espiritualmente al juzgar y condenar, es aquel que disfruta en señalar supuestos pecados ajenos, en la esperanza de que encontrará faltas y hará realidad en su aspecto negativo  todo lo que a Pablo se le revela del amor. El amor “todo lo espera” (1 Co. 13:7), pero el espíritu farisaico y condenador “espera todo lo peor,” se satisface en forma maliciosa y perversa en hallar faltas y defectos supuestos en las personas.

El espíritu farisaico y condenador no se preocupa de conocer todos los hechos, no le interesa. Sin embargo esa misma situación le margina a  tener el derecho de emitir  juicio y condenación. Debería averiguar todos los hechos y circunstancias que se dieron. Si no se hace, estamos en presencia de este espíritu farisaico, condenador y calumniador.

Lo más triste de este espíritu condenador es que, rechaza toda explicación, y no escucha ni razones ni argumentos. El, ya como juez injusto, dicto sentencia y procedió a aplicar la condenación.

Este  espíritu farisaico y condenador, para resumir, se muestra en la predisposición  a emitir juicios categóricos acerca de las personas como tales. Esto significa, ni más ni menos,  que no es tanto un juicio condenatorio de lo que hacen o creen o dicen, sino de las personas mismas. Es un juicio condenatorio y definitivo de la persona, y lo que lo hace tan horrible es que para ser así, se atribuye algo que le pertenece sólo a Dios.

Recordemos cuando los discípulos entraron a una aldea de samaritanos, y al no ser bien recibidos le propusieron al Señor: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?" Así de simple, querían destruir a personas. Pero nuestro Señor se volvió a ellos y los reprendió diciéndoles, “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas” Fueron culpables de condenar y emitir un juicio definitivo acerca de estas personas y de proponer su destrucción.

En cuanto condenamos y rechazamos a una persona, sin tener todos los elementos y antecedentes necesarios, el hombre se arroga un derecho que sólo le pertenece a Dios y a nadie más.

Al cristiano se le manda a no juzgar, a menos que su juicio sea “justo” Ninguno que llamándose cristiano puede sostenerse por su propia justicia, sino que por la justicia de Cristo.  Sin tener la justicia de  Cristo cualquiera, que aun auto llamándose cristiano está  condenado y completamente perdido. Se ha  condenado a si mismo quien juzga a otros. El Dios justo  es nuestro Juez, y Él nos ha provisto una forma de pasar del juicio a la vida. Aquellos  prejuiciosos que juzgan y condenan no recuerdan  que han pasado por el juicio “en Cristo”, y que ahora debieran vivir  por Él y como Él. Debieran recordar  que han sido salvados por su gracia y misericordia maravillosas con el cruento sacrificio de Jesucristo en el Gólgota.

 Jesucristo mira a los fariseos y les dice, "Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación" (Lucas 16:15).

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